miércoles, 23 de septiembre de 2009

LA BANDA DE MI CALLE

Mi único héroe en este lio. A brillar mi amor. También se pueden leer banderas de otras bandas: la renga y mi vieja. Vino, humo y rock and roll. Es así, sin pelos en la lengua, este movimiento musical y cultural, creó un fanatismo único y supo dar refugio durante las últimas tres décadas -años de persecuciones, muertes y exclusión- a jóvenes del suburbano que de una u otra manera buscaban una identificación, un lugar en el mundo, aferrarse a algún sentimiento. Como suele hacerlo la clase popular en todo ámbito de la vida, ya sea política o de militancia barrial.

Los movimientos sociales, en esta perspectiva, constituyen las vías alternativas, válvulas de (ex) presión cuando los canales institucionales están ocluidos. ¿O son otra cosa? Estos deben ser interpretados como prácticas centradas en la construcción de identidades espacio de ciencias colectivas y de reconocimiento de ciencias sociales”. (Elizabeth Jelin, Los nuevos movimientos sociales/1 Mujeres. Rock nacional, centro editor de América latina, 1985, cap. I).

El rock es un modo de vida, un estilo que supo aguantar todas en todo contexto: represión militar, censuras de bandas y canciones, cierres de locales under, palos de la policía –ya en democracia- con la misma violencia, y muertes, algunas que hoy siguen buscando justicia.

Es así que este fenómeno -heterogéneo desde ya- con el paso de los años creó varias vertientes en la juventud y sus seguidores, impuso e impone tendencias y modas, si es que en el mundo del rock se las puede llamar así. Marcó costumbres de vidas identificadas con el barrio, con el bajo perfil, con lo “no careta”. En la estética también atribuyó lo suyo, en especial en la capilar: el flequillo que atraviesa en línea horizontal la frente sumada a las gastadas zapatillas de lona.

Si bien hoy se puede observar en los medios de comunicación a nuevas tribus “callejeras” o urbanas que nada tienen que ver con el rock, esto no significa que su propia cultura haya desaparecido ni menos aun extinguido. “En su momento fuimos pintorescos para los medios, y cansamos con eso de ver quién estaba más pirado. Por un montón de factores, las bandas de rocanrol no tienen lugar y parece que se hubieran ido, pero siguen dando vueltas: no se ven, pero están ahí”, diagnostica Toti Iglesias, ex Jóvenes Pordioseros, hoy Hijos del Oeste. (Entrevista realizada por Página 12, 12 de marzo de 2009).

Fueron furor en la década del noventa los denominados rollingas, su imagen se ganaba todas las miradas sociales, era un nuevo fenómeno para la sociedad argentina. A pesar de los cambios en las nuevas generaciones, sumado a sus propios intereses, y el vértigo de la vida posmoderna, la estética urbana del rock and roll no se diluyó. Basta con cruzar la General Paz desde la Capital para entender que el rolingaje no murió y que hay decenas de bandas que siguen con los principios de origen.

“La cultura rolinga surgió como una particular recepción popular de Los Redonditos de Ricota. Así, a finales de los ‘90, nacía el rock barrial”, revisa el sociólogo Sergio Urresti. Según su análisis, estos no conforman estrictamente una tribu porque no significan ninguna ruptura, ni estilo de vida, sino una preferencia estética nucleada con otras. “Son la micro cultura mayoritaria dentro de la cultura rock argentina”. (Pagina 12, 12 de Marzo de 2009).

Una especie de simbiosis es la que hay en los recitales, el aguante es fuerte y masivo. Entonces puede denominarse a los encuentros como rituales por todo el fanatismo que se articula. Un ejemplo: misas paganas era el nombre de los encuentros ricoteros, que tenían más de tres días de previa y culminaba horas después del recital, con jóvenes de todo el país. “No le debemos nada a nadie, ésa es la ventaja de ser independientes. Por eso nunca damos explicaciones. Para nosotros la opinión pública no existe", afirmaba el Indio Solari. Clara muestra del hermetismo de la banda después de los shows.

En una entrevista realizada en 1983 por el diario clarín a pappo, se le preguntó porque creía que el público que suele pertenecer a la clase baja se identificaba con él. Este fue conciso y respondió: “porque están más incómodos que los de clase alta: entonces quieren un cambio”.

Casi en las vísperas del retorno de la democracia el fervor de la multitud se hacía latente con sus reproches y cánticos hacia la dictadura, canciones que poco a poco iban desterrando tantos silencios y tanto horror.

En un recital que brindaron Charly García y Mercedes Sosa, esta última cantaba: “Ayer soñé con los hambrientos, los locos, los que se fueron, los que están en prisión”. Se prendieron miles de pequeñas llamitas en las tribunas. Y se levantaron los dedos en V, flameando sobre las cabezas. (Revista Humor, enero 1983).

Esta esencia hoy no se perdió sino todo lo contrario se incremento, similar a lo de un estadio de futbol, las canciones que corea el público –los que hacen el aguante- son moneda corriente. Ya no se asiste a un recital para escuchar solamente a la banda o al artista, sino también para que ellos, los que están arriba del escenario, escuchen a sus seguidores.

El hecho de haber sido socializados en sus ideales y de haber encontrado en su interior valores, modelos de conducta, símbolos válidos y pertinentes para su desarrollo personal, hacen q estos jóvenes sean portadores de una visión del mundo que les confiere una identidad muy particular” define el periodista Pablo Vila, citado por Elizabeth Jelin, en Los nuevos movimientos sociales/1 Mujeres. Rock nacional.

También la autora sostiene que el movimiento del rock nacional ha desempeñado un papel sumamente importante en la socialización y resocialización de amplios sectores de la juventud argentina, consolidando un actor colectivo como forma de contrarrestar un modelo de vida individualista, contraponiendo la acción solidaria a la primacía del mercado. (Los nuevos movimientos sociales/1 Mujeres. Rock nacional. Pág. 145)

Finalmente podemos decir que el rock ha sido para amplios sectores juveniles, refugio, ámbito de resistencia y al mismo tiempo de participación, dentro del contexto de una sociedad autoritaria, individualista, cerrada y cada vez más racista.

Lo sucedido en república Cromañón dividió las aguas en el ambiente musical, es que nuevamente la idiotez humana se llevó 194 personas. Todo lleva a replantearse más de una vez como se hacen las cosas tanto a nivel artístico como a nivel nacional. En este contexto las bandas que piden pista desde abajo tendrán que conformarse con esperar que pase toda la vorágine mediática post callejeros junto al miedo que queda implantado.

MARTIN LUENGO

1 comentario:

Kibutz dijo...

ya había leído ambos trabajos y me gustaron mucho!

les agradezco que los hayan subido, es un pie de arranque para que empecemos a intercambiar nuestras producciones!

pronto subiremos algo vane, agus, flor y yo, para hacer el pequeño aporte...